TAN ANCESTRAL COMO LLENA DE VIDA
La ciudad costera de Esmirna, entre los Dardanelos y la península de Çeşme, ha conquistado a multitud de exploradores. En la distancia, más allá del mar, las islas de Lesbos y Quíos parecen flotar sobre las olas. Pero los tesoros más preciados de la región se encuentran tierra adentro. Los viajeros que descubren este exótico destino suelen hacerlo en su camino a la antigua Éfeso, ciudad clave para la popularización del cristianismo y, anteriormente, lugar de culto a la diosa Artemisa. Los primeros pobladores se asentaron en la zona de Esmirna durante el período Neolítico, hace más de 8500 años, por lo que la ciudad es uno de los asentamientos más antiguos de la cuenca mediterránea. Desde entonces, la siempre popular Esmirna ha sido hogar de eolios, jonios, lidios, persas, macedonios, romanos, turcos y otomanos. Hoy día es el segundo mayor asentamiento urbano del mar Egeo, solo superado en tamaño por Atenas. En el museo al aire libre del Ágora de Esmirna encontrará ruinas romanas, con tumbas y pórticos excavados que vuelven a ver la luz del día y grandiosos pilares con antiguos grafitis garabateados en ellos. Aunque no tan impresionante, la arquitectura de la propia Esmirna es igualmente significativa. Las casas históricas de Esmirna dan perfecto ejemplo de la arquitectura civil de los siglos XIX y XX, presentando los cambios graduales del estilo griego al otomano. También merece la pena visitar la emblemática escuela femenina Kentriko Parthenagogio, el Homerion, el edificio de la OTAN y la sede neoclásica del consulado griego.